En un sorprendente giro de eventos, Miguel Rodríguez Orejuela, uno de los líderes históricos del Cartel de Cali, envió una carta al presidente de Colombia, Gustavo Petro, solicitando ser designado como gestor de paz. En la misiva, fechada el 31 de octubre y revelada hoy, el narcotraficante asegura estar dispuesto a contar “toda la verdad” sobre su vida y los bienes ilícitos acumulados por la mafia como parte de un gesto hacia la reconciliación nacional. Rodríguez Orejuela, quien cumple una condena de 30 años en una prisión de Filadelfia, argumenta razones humanitarias para pedir una liberación anticipada.
En el documento, el narcotraficante de 81 años enfatiza su buen comportamiento en prisión y sostiene que cumple los requisitos legales para una reducción de pena. Además, promete información sobre 3,000 bienes provenientes de actividades delictivas que podrían ser recuperados por el Estado. Según el presidente Petro, quien confirmó la recepción de la carta, esta será revisada con detenimiento antes de emitir una respuesta.
Rodríguez Orejuela, extraditado a los Estados Unidos en 2005, argumenta que su solicitud no busca generar controversias ni poner en riesgo a su familia. “Es mejor encender una vela que contemplar la oscuridad”, escribió, apelando al simbolismo de la esperanza y el cambio.
La solicitud ha generado reacciones divididas. Aunque Rodríguez Orejuela asegura no haber estado involucrado en actos terroristas ni en crímenes violentos, informes de inteligencia lo vinculan a eventos como el atentado contra el Edificio Mónaco en Medellín, dirigido contra su rival Pablo Escobar. Según expertos consultados, las posibilidades de que su solicitud prospere son mínimas, especialmente debido a los antecedentes de violencia asociados al Cartel de Cali.
El Cartel de Cali, liderado por los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, junto con José Santacruz Londoño y Helmer Herrera (“Pacho”), se consolidó en los años 90 como una de las organizaciones más poderosas del narcotráfico mundial. Tras la caída del Cartel de Medellín y la muerte de Escobar, el Cartel de Cali extendió su influencia a Estados Unidos, Europa y Asia. Sin embargo, su desmantelamiento por las fuerzas del orden marcó el fin de una era de terror y consolidó las bases para nuevas estrategias contra el narcotráfico.
El presidente Petro tiene ahora la tarea de decidir si esta oferta de colaboración es un paso hacia la reconciliación o un desafío ético insalvable para su administración. La respuesta será crucial para definir el rumbo de la política de paz en Colombia.