El expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez ha desatado una controversia de gran magnitud tras solicitar una intervención militar internacional en Venezuela para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro. Durante un acto político celebrado en la ciudad fronteriza de Cúcuta, Uribe llamó a las Naciones Unidas y a las democracias del hemisferio a actuar con fuerza para «desalojar a los tiranos» del poder y restablecer la democracia en el país caribeño.
En su discurso, Uribe también hizo un llamado a las Fuerzas Armadas venezolanas, exhortándolas a cumplir su deber constitucional y proteger al pueblo en lugar de apoyar «la opresión del régimen chavista». «El Ejército de Venezuela no puede seguir siendo el brazo armado de la dictadura», afirmó, calificando al gobierno de Maduro como una amenaza para la región.
La propuesta de Uribe ha generado un intenso debate tanto en Colombia como en el ámbito internacional. Líderes políticos como Ingrid Betancourt respaldaron la idea, argumentando que una intervención podría considerarse una «acción humanitaria» necesaria para frenar la crisis política, económica y social que atraviesa Venezuela. «El sufrimiento del pueblo venezolano exige soluciones contundentes», declaró Betancourt.
En contraste, el presidente colombiano Gustavo Petro rechazó tajantemente la posibilidad de un conflicto armado. «La paz entre naciones hermanas debe prevalecer sobre los llamados a la guerra», afirmó Petro en sus redes sociales, calificando las palabras de Uribe como irresponsables y peligrosas.
Por su parte, desde Caracas, Nicolás Maduro no tardó en responder. El mandatario venezolano advirtió que su país, con el apoyo de aliados como Cuba y Nicaragua, está listo para «defender su soberanía» ante cualquier intento de intervención extranjera. “Estamos preparados para cualquier escenario, incluso el peor”, afirmó Maduro, subrayando su compromiso con la defensa del proyecto bolivariano.
La propuesta de Uribe llega en un momento crítico para Venezuela, marcada por la controvertida reelección de Nicolás Maduro para un tercer mandato, cuestionada por la oposición y varios organismos internacionales. Líderes opositores como María Corina Machado han denunciado que el chavismo ha agotado su tiempo en el poder, mientras aumentan las detenciones arbitrarias y las denuncias de violaciones a los derechos humanos.
La comunidad internacional está profundamente dividida. Mientras algunos gobiernos respaldan iniciativas más enérgicas, otros abogan por soluciones negociadas que eviten un conflicto armado. Desde Cuba, el canciller Bruno Rodríguez calificó la solicitud de intervención como un «acto hostil» que pone en peligro la paz en la región. Entretanto, Estados Unidos y la Unión Europea han mantenido un discurso de condena al régimen, pero sin un consenso claro sobre el uso de la fuerza.
La idea de una intervención militar plantea preguntas difíciles. Por un lado, quienes la apoyan argumentan que podría ser la única forma efectiva de poner fin a la crisis humanitaria y política en Venezuela. Por otro, los detractores advierten sobre los riesgos de escalar un conflicto armado que podría desestabilizar toda la región.
Para los venezolanos, atrapados en una crisis que parece no tener fin, el debate sobre la intervención no solo es un tema político, sino una cuestión de vida o muerte. Mientras tanto, el mundo observa, dividido entre la esperanza de una solución definitiva y el temor a las consecuencias de un conflicto regional.
El llamado de Uribe reabre una herida que trasciende las fronteras de Venezuela, evidenciando una vez más que la búsqueda de la democracia en América Latina sigue siendo un desafío plagado de incertidumbre y riesgos.