En un movimiento que marca un hito en las relaciones internacionales de América Latina, Estados Unidos ha decidido retirar a Cuba de su controvertida lista de países patrocinadores del terrorismo. Este paso, largamente esperado por sectores diplomáticos y comerciales, ha generado reacciones en todo el continente, destacándose el papel fundamental de Colombia como mediador clave en este proceso.
La inclusión de Cuba en la lista, llevada a cabo en 2021 durante la administración del expresidente Donald Trump, fue vista como un retroceso en las relaciones bilaterales tras el acercamiento histórico impulsado por Barack Obama en 2015. La designación tuvo efectos económicos y políticos significativos para la isla, restringiendo su acceso a financiamiento internacional y agravando su ya crítica situación económica.
Con la decisión reciente de retirarla de la lista, la administración del presidente Joe Biden busca reparar las relaciones con La Habana y promover una nueva etapa de diálogo. En palabras del secretario de Estado, Antony Blinken, este movimiento responde a “un análisis riguroso basado en hechos” y a un compromiso con la diplomacia regional.
Colombia desempeñó un rol central en este cambio, consolidándose como un mediador estratégico. Durante meses, el gobierno del presidente Gustavo Petro abogó por la exclusión de Cuba de la lista, argumentando que mantener a la isla en dicha clasificación era un obstáculo para los procesos de paz en la región.
El país sudamericano utilizó como argumento la labor de Cuba como garante en las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), una guerrilla activa desde hace décadas. La isla facilitó diálogos cruciales que culminaron en un acuerdo de cese al fuego bilateral firmado en junio de 2023, lo que le valió el reconocimiento internacional como un actor clave en la promoción de la paz.
En un discurso reciente, Petro destacó que «la eliminación de Cuba de la lista es una victoria para la diplomacia latinoamericana». Además, subrayó que esta acción es un reconocimiento al compromiso de La Habana con la estabilidad regional, a pesar de las sanciones y presiones externas.
La decisión ha sido celebrada por aliados de Cuba y sectores progresistas de América Latina. Líderes como el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva elogiaron el gesto como un paso hacia la justicia histórica y una señal de respeto a la soberanía cubana.
Sin embargo, en Estados Unidos, la medida ha encontrado críticas en sectores conservadores y de la comunidad cubanoamericana en Florida. Legisladores republicanos han acusado a la administración Biden de ser “blanda” con regímenes autoritarios y han advertido sobre posibles consecuencias políticas en las elecciones de 2024.
El retiro de Cuba de la lista abre nuevas posibilidades para su economía, aunque los expertos advierten que los desafíos persisten. Si bien esta acción elimina barreras legales para el comercio y las inversiones, el embargo económico impuesto por Estados Unidos sigue en vigor, limitando el alcance de cualquier recuperación.
Por otro lado, el gesto simboliza un cambio en la postura de Washington hacia América Latina, donde busca reconstruir alianzas en un contexto de creciente influencia china en la región. Asimismo, refuerza el papel de Colombia como un actor clave en la geopolítica regional, consolidando su posición como líder en los esfuerzos de paz y estabilidad.
Si bien la eliminación de Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo no resolverá de inmediato las tensiones entre ambos países, este paso podría ser el comienzo de una nueva etapa de cooperación. A medida que las dinámicas internacionales evolucionan, los expertos coinciden en que este gesto envía un mensaje de apertura y diálogo que podría beneficiar no solo a Cuba, sino a toda la región.
El camino hacia la normalización total de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba será largo y complejo, pero este avance ofrece una luz de esperanza en un escenario internacional marcado por tensiones y desafíos comunes. El papel de Colombia, como puente entre ambas naciones, reafirma el poder de la diplomacia y la cooperación regional en la construcción de un futuro más estable y pacífico.