En medio de un panorama energético cada vez más complejo, Bogotá enfrenta un riesgo creciente de apagón eléctrico hacia finales de 2025. Aunque por ahora los cortes de energía que afectan a miles de ciudadanos han sido programados, las advertencias de expertos y los informes recientes revelan un sistema al límite, con una infraestructura eléctrica obsoleta, proyectos de transmisión atrasados, y una preocupante dependencia de fuentes contaminantes como las termoeléctricas de carbón. La capital colombiana podría estar a las puertas de una crisis energética sin precedentes si no se toman medidas inmediatas y estructurales.
Durante mayo de 2025, Enel Colombia anunció cortes de luz en múltiples barrios de Bogotá como parte de mantenimientos preventivos. Localidades como Engativá, Suba, Kennedy, Usaquén y Ciudad Bolívar han registrado interrupciones del servicio que se extienden hasta por 12 horas. Aunque estas acciones se presentan como necesarias para garantizar la calidad del suministro, en realidad exponen la fragilidad del sistema eléctrico que alimenta a la capital y su incapacidad para atender de manera óptima una demanda cada vez más elevada.
Uno de los principales cuellos de botella que enfrenta el sistema es el retraso en los proyectos de transmisión eléctrica. Infraestructuras como las redes Norte-Chivor, Sogamoso y Virginia-Nueva Esperanza, claves para transportar la energía generada hacia Bogotá, acumulan más de siete años de atraso, debido a trámites ambientales demorados, dificultades en la obtención de licencias y oposiciones comunitarias. Estos retrasos impiden aumentar la capacidad de distribución y dejan a la ciudad operando con un margen de reserva mínimo, lo que representa un gran riesgo ante cualquier contingencia, pico de consumo o fallo técnico.
A lo anterior se suma la creciente dependencia de Termozipa, una planta termoeléctrica a carbón que suministra energía a Bogotá y cuya operación implica la emisión de alrededor de 90.000 toneladas de CO₂ mensuales. Esto no solo supone una carga ambiental insostenible para una ciudad que ya enfrenta altos índices de contaminación, sino que va en contravía de los compromisos climáticos que busca adoptar el país. Expertos advierten que mantener activa esta fuente de energía altamente contaminante por más tiempo del previsto solo profundiza los problemas estructurales del sistema eléctrico colombiano.
El contexto se agrava aún más por el aumento sostenido de la demanda energética. La capital consume diariamente cerca de 3.000 megavatios, mientras que la capacidad de generación combinada entre Bogotá, Cundinamarca y Meta se sitúa en los 3.500 megavatios. Este margen tan estrecho podría colapsar con la entrada en funcionamiento de grandes proyectos como la PTAR Canoas, nuevas plantas industriales o la expansión del sistema de transporte público eléctrico. Aunque la Primera Línea del Metro de Bogotá, programada para 2028, solo agregará un 1% al consumo actual, la acumulación de iniciativas con alta demanda energética obliga a repensar el modelo de expansión de la red eléctrica.
Por su parte, el presidente Gustavo Petro ha intentado tranquilizar a la ciudadanía, asegurando que “no ha habido apagones” y proponiendo soluciones como la autogeneración solar en barrios y empresas. Sin embargo, esta medida ha sido calificada por expertos como poco viable para Bogotá, debido a sus condiciones climáticas variables y baja radiación solar. Además, la energía solar no alcanza, por sí sola, a cubrir las crecientes necesidades energéticas de una metrópoli de más de ocho millones de habitantes.
Las autoridades locales, como la Secretaría de Ambiente de Bogotá, han manifestado su preocupación por la situación, exigiendo al Gobierno Nacional medidas urgentes para destrabar los proyectos de transmisión, fomentar una matriz energética diversificada y sostenible, e incentivar la eficiencia energética en todos los sectores. El tiempo juega en contra y, si no se actúa con decisión, la ciudad podría experimentar cortes masivos o incluso un apagón generalizado hacia finales de este año.