«No desciendo de una comunidad de esclavos, sino de una comunidad esclavizada» dijo a RFI la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez. Afrocolombiana, ambientalista y ex empleada doméstica, la mandataria precisa que existe un racismo estructural en las instituciones del Estado colombiano para las que invertir en los territorios indígenas y afros es perder la plata.
La figura de la vicepresidenta de Colombia condensa los cuatro ejes que encarnan la propuesta política más progresista para el proyecto de sociedad de hoy: es mujer, afrocolombiana, luchadora ambientalista y proviene de los sectores populares de la sociedad.
En entrevista exclusiva con Angélica Pérez, enviada especial de RFl a Colombia, Francia Márquez habla de cada uno de esos aspectos : justicia de género, justicia racial, cambio climático e igualdad y equidad para los excluidos.
RFI: Su agenda y sus prioridades en estos primeros cien días han estado en los territorios, moviendo la agenda de género y reuniéndose con líderes internacionales. ¿Qué ha sido lo mejor y qué lo peor de estos cien días, que suelen ser una especie de luna de miel de los gobernantes ?
Empiezo por lo malo: las agresiones tan terribles que he tenido que padecer, que aún no logremos parar el asesinato de líderes sociales, que aún no logremos parar el reclutamiento forzado. Lo bueno es la esperanza que se sigue sembrando. La disposición de los funcionarios públicos para avanzar. La disposición del presidente Petro que siempre es muy crítico en poner los énfasis en la justicia social, en la paz y en la etnia. Y eso me gusta porque siento que estoy trabajando al lado de un presidente que tiene sensibilidad por la vida, por la humanidad.
Hemos logrado avances como la reforma tributaria en favor de los derechos sociales de la gente más excluida y marginada . El Ministerio de la Igualdad, que ya hemos presentado en el Congreso y pasado el primer debate en Comisión Conjunta de Cámara y Senado. También es bueno que los grupos armados han empezado a manifestar su disposición para la Paz Total . Eso ha sido muy importante.
El acuerdo hecho entre Shotas y Espartanos en Buenaventura, dos grupos de bandas criminales que tenían niños matándose entre ellos y que se han dispuesto a decir vamos a parar esto, es muy importante.
Y que en Buenaventura, en lo que va corrido de este tiempo que llevamos [en el gobierno NdR], no haya un muerto, eso para mí es maravilloso porque yo sé las angustias de la gente, la zozobra de no poder andar tranquilos, en paz y sin miedo. Esas angustias son terribles, las he padecido, sé lo que significan, generan traumas. Y yo creo que devolverle la tranquilidad a un país es importante. Hay mucho por hacer todavía.
Apenas esta es la semilla que estamos sembrando. Esperamos que germine pronto y empiece a dar frutos rápidos.
RFI: Recientemente, la senadora opositora del ultraconservador partido Centro Democrático, María Fernanda Cabal, dijo que este gobierno “está construyendo una institucionalidad para una emperatriz”. Ella aludía al nuevo ministerio de la Igualdad y la Equidad que estará a su cargo Francia Márquez. Esa emperatriz a la que la senadora se refiere es una mujer que trabajó como empleada de servicio en casa de familias y llegó a la vicepresidencia de la República. ¿Qué responde usted ante este tipo de comentarios?
En primer lugar, se está construyendo una institucionalidad para la gente a la que nunca el Estado les ha representado o, cuando ha hecho presencia, solo es en términos de la presencia militar. Una institucionalidad para “los nadies y las nadies”, como decía Eduardo Galeano. Y ella dijo “no estoy dispuesta a conceder nada”. Para mí eso no es nuevo.
La élite que ha gobernado este país nunca ha estado dispuesta a hacer concesiones sobre la justicia social, para la gente afrodescendiente, los indígenas y en favor de la paz. Nunca.
Y bueno, cuando coloca que es un palacio para la emperatriz, como ella me llama, ahí está el clasismo, el racismo, el machismo, todo junto en sus expresiones. Porque no concibe una mujer como yo, que como usted lo dijo, ha trabajado en una casa de familia y trabajar en una casa de familia no hace indigno a las personas.
Desafortunadamente, para las poblaciones afro e indígenas, es el único lugar que siempre se nos ha concedido. Ese lugar ha sido importante, le ha permitido a nuestras mamás, a nuestras abuelas, sacar adelante a sus hijos, a sus nietos. Pero no es el único lugar que debemos ocupar como mujeres negras o indígenas o campesinas, o mujeres empobrecidas e históricamente excluidas y marginadas.
Pues esta señora se acostumbró a que las mujeres negras tenían que estar en una casa de familia. Para ella es normal. Pero para mí no.
Lo que hemos hecho es romper y, entonces, ver a una mujer negra ahora como vicepresidenta, acompañando a un gobierno del cambio, pues eso le genera incomodidad y por eso se expresa de esa manera.
RFI: Usted insiste en el interés de su Gobierno por poner en el centro de la discusión de la agenda global al tema de la justicia racial. Justicia y racismo, dos conceptos muy presentes en la narrativa de científicos sociales y políticos, pero usted los articula en uno solo ¿De qué se trata esta propuesta?
Bueno, el modelo económico que tenemos utilizó a las personas para mover el mercado y la forma en que consideraron quienes pensaron ese modelo – que ahora tiene en crisis a la humanidad- era definiendo quiénes eran superiores y quiénes eran inferiores.
Entonces definieron que nuestro color de piel negro u oscuro, o como le quiera llamar, era sinónimo de inferioridad. Que los negros y que los indígenas son menores de edad, minorías.
Y minorías no es sólo un concepto en términos numéricos, obedece a un concepto colonial. Así que se definió que las personas originarias éramos inferiores al resto de la humanidad, como también que las mujeres teníamos menos capacidad que los hombres. Y esas categorizaciones, pues son las categorías de opresión.
A partir de ahí se han violentado a las personas que se consideran no blancas. La ‘blanquitud’ se definió globalmente como la superioridad y eso que se instauró en el chip, en nuestra mente, se ha instaurado también en las instituciones de todos los Estados del mundo.
Pero ese sistema de opresión que utilizó a la gente como materia prima, que les ha explotado y a quienes se han opuesto les ha destruido, es el mismo sistema que hoy tiene al planeta muriéndose.
RFI: Eso es lo que Usted llama el racimo estructural, como cuando habló hace poco con el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken y le dijo que esa era una de las causas de la violencia en Colombia.
Claro que sí. Yo leí los textos de López de Mesa, por ejemplo, sobre lo que era la patria y el progreso del país para justificar por qué Colombia no había avanzado progresivamente como Europa o como cualquier otro país «desarrollado». Y sus argumentos eran que este país no había avanzado por la presencia de negros e indígenas y que los lugares habitados por gente blanca, como Europa y Argentina, sí habían avanzado.
Lo que no dicen es que Haití no había avanzado, no porque no tuvieran capacidad, sino porque le estaban cobrando el haber parido la libertad para América Latina y se la siguen cobrando. La deuda externa de Haití es parte del yugo en el cuello que no les permite a los haitianos respirar y vivir en dignidad. Siguen pagando a Francia y a Europa el haber liberado a América Latina. Lo que no dicen es que en Argentina no hay presencia mayoritaria de pueblos indígenas porque los exterminaron.
Si miramos a Colombia hoy, los territorios negros e indígenas siguen siendo los más excluidos, pero no es porque la gente negra indígena no tenga la capacidad, es porque hay un racismo estructural en las instituciones del Estado que consideran que invertir en esos territorios es perder la plata. O, como dijo un señor diputado de Antioquia, que ‘invertir en esos territorios era como echarle perfume a un excremento’ para ponerlo en un lenguaje más bonito.
Hoy que soy vicepresidenta, yo miro que no hay una adecuación institucional para atender la inequidad y desigualdad que viven estas poblaciones. Las reglas que estableció el sistema colonial son las reglas de gobernabilidad que por años se han mantenido.
Cuando se abolió la esclavitud, se indemnizó a los esclavistas, a la familia Arboleda, a los Mosquera. El Estado les pagó a esas familias colonizadoras para que liberaran a la gente negra, mientras que a la gente negra que liberaron la dejaron a su suerte.
Solo hasta la Constitución de 1991, en un artículo transitorio, es decir, en las últimas páginas de la Constitución, se reconoce que se va a hacer una ley que reconoce los derechos de la gente negra en Colombia. Y se hace la ley, pero han pasado 29 años y la ley no ha sido reglamentada. ¿Qué quiere decir esto? Pues simplemente que el Estado no va a invertir en esos territorios. Así de claro.
RFI: A propósito de eso, Usted dice que no proviene de una comunidad de esclavos, sino de una comunidad esclavizada. ¿Eso quiere decir que nadie nace esclavo?
Así es. A mí me hicieron creer en la escuela cuando empecé a estudiar mi primaria con las cartillas – para que vea la importancia de incidir en los contenidos de la educación- lo primero que nos decían era que Cristóbal Colón descubrió América.
Nadie nos dijo que utilizaron en ese momento africanos para traerlos acá, esclavizarlos, someterlos, deshumanizarlos, expropiar su condición humana. Nadie nos dijo eso. Había textos de la Iglesia diciendo que teníamos esa condición natural.
Y yo decía ay, yo desciendo de esclavos por naturaleza. Nosotros somos esclavos. Imagínese lo que significa esa mentalidad para un niño! Que le digan Usted es descendiente de esclavo y Usted va a seguir en esa condición de esclavitud. Que sus abuelos fueron esclavos. ¿Y quiénes eran los esclavos? Ah, seres salvajes.
Nunca nos dijeron que nuestros ancestros, nuestros abuelos y abuelas, habían sido seres humanos libres que habían sido esclavizados. Cuando uno miraba al continente africano, los referentes que nos mostraba la televisión colombiana no eran referentes de orgullo. Eran referentes de vergüenza. Nos mostraban niños desnutridos con moscas en la boca.
Y entonces, siendo una niña, me dicen Usted es descendiente de esclavos. Pero además viene de un continente miserable, pues yo no voy a quererme parecer a eso, no me voy a querer identificar. Uno se quiere identificar con lo que le da orgullo.
Crecemos como niños y niñas odiando nuestra historia, odiando nuestra raíz, odiando nuestros rasgos, odiando nuestro cabello. Y nos sentimos como que somos desgraciados. Hasta nos decían ‘Dios les castiga’.
Y entonces uno crece con un peso muy grande hasta que empieza a identificarse con otros referentes de dignidad, de orgullo.
Yo me descubrí negra como a mis 14 años, pero antes de niña yo no quería ser negra, yo no quería tener un hombre negro. Yo quería tener un hombre blanco de ojos azules. Porque los referentes de la belleza y las familias bonitas no eran los de mi familia, eran de gente que no se parecía a nosotros. No eran de gente como yo.
Ahora, como vicepresidenta, voy a los territorios y los niños y niñas lloran y me dicen gracias porque nos sentimos orgullosos. Ayer un niño fue y me llevó un libro para que yo le escribiera algo y le puse mi nombre y le dije ‘soy porque somos, lucha por tus sueños’. Ese niño vino a abrazarme y lloraba y lloraba y decía sí voy a luchar por mis sueños como usted lo está haciendo.
RFI: Cuando la agreden con agresiones racistas, pocas pero graves y de personajes con algún eco en la vida nacional, qué siente Francia Márquez, ¿dolor, indignación, lástima?
Siento de todo. Siento lástima por esas personas. Siento rabia. Siento pena por los niños y niñas que tienen que ver eso. Y las mujeres negras cuando voy a los territorios me dicen sentimos dolor porque esto hiere, eso lastima. Siento tristeza porque no sé cómo aliviar ese dolor de la gente que tiene que vivir el racismo Son las comunidades empobrecidas que sufren estas violencias todo el tiempo, pero eso me da más fuerza, no para doblegarme, arrodillarme o silenciarme.
A mí me da más fuerza de luchar y me lleno de más coraje y más berraquera para decir vamos a cambiar eso.
RFI: Usted viene del Norte del Cauca, una región poblada por indígenas, afrocolombianos, campesinos y cañeros enfrentados por las tierras en las que convergen grandes haciendas, minifundios, territorios de comunidades negras y resguardos. Un mosaico de culturas y de etnias en conflicto. Dice el ministro del interior que si la Paz Total funciona en el Cauca funciona en todo el país…
Pues mire, el Cauca, a diferencia de muchos otros departamentos, ha sido un departamento en resistencia permanente.
En el Cauca se ha anclado el conflicto armado, pero también la exclusión y, a la vez, la visión colonial. Ahí está el mayor número de haciendas esclavistas. Popayán, la capital, fue la capital de la corona española y tenemos impregnado, de alguna manera, todo eso.
Y es un contraste, ¿no? porque la diversidad está ahí y para mí de nuestro departamento esa es la riqueza. Yo crecí al lado de los indígenas, de los negros y los campesinos, conviviendo.
¿Qué ha pasado? Pues es un territorio también muy biodiverso y con mucha riqueza. Y, a partir de que se ha ido reconociendo los derechos de las comunidades, cada comunidad quiere proteger su pedacito. Y es muy importante avanzar en eso. Pero, en ocasiones, la institucionalidad, que no sido progresista, ha puesto en conflicto a las comunidades y a los distintos sectores que hacen parte del departamento.
Ese conflicto interétnico del Cauca no ha surgido de la nada. Eso ha sido propiciado por quienes en su momento han manejado la institucionalidad.
En medio de todos esos contrastes del Cauca, pues hay una industria que avanza con el desarrollo, que es la industria de la caña, y al lado hay unas comunidades que básicamente se hunden en la inequidad y la desigualdad, que no tienen agua potable, no tienen conectividad, no tienen condiciones para una vida digna.
Hay dos modelos paralelos en el mismo territorio: un modelo de exclusión y marginalidad sobre los derechos de la comunidad negras, indígenas y campesinas y otro derecho del progreso y el desarrollo sobre la industria de los ingenios azucareros. Esas dos visiones han generado el conflicto de las comunidades.
RFI: “Francia Márquez superó el sexismo, el racismo y la corrupción para liderar la lucha de La Toma”, dijo la Fundación Goldman cuando le otorgó, en 2018, el Premio Nobel del Medio Ambiente, luego de que Usted defendiera a su región de la minería ilegal. Un año después varios hombres armados con fusiles y granadas atentaron contra su vida. ¿Usted sabía que se estaba jugando la vida?
Sí. Era muy consciente de lo que estaba haciendo. Tristemente, este es uno de los países de la región donde más líderes sociales y ambientales son asesinados. Entonces era muy consciente de eso,
Pero no tenía otra alternativa más que levantar la voz y luchar porque o luchábamos y defendíamos, arriesgando que nos asesinaran; o nos desterraban, desplazaban a todo el pueblo, a toda la comunidad.
Aunque a mí me tocó vivir sola el desplazamiento forzado con mis dos hijos, junto a algunos otros líderes de mi comunidad, pero la comunidad sigue ahí, en el territorio. No es fácil para una mujer, mamá, cabeza de familia, ser líder social para defender los derechos de una comunidad. Se pone mucho en juego, ¿Pero, pues qué más se hace?
Como decía Cristina Batista, un indígena que tristemente hoy no cuenta la historia, ‘Si luchamos, nos matan. Y si callamos también, pues entonces hablamos’.
RFI: Usted habla como una madre y justamente los hijos, ese millón de jóvenes que no habían votado se movilizaron hacia las urnas y la eligieron al «gobierno del cambio». Una inmensa población joven de Colombia engrosa el abanico de grupos y bandas armadas de toda pelambre que pululan en el país. ¿Cuáles son las propuestas de cambio para esos jóvenes?
Creo que una política de igualdad tiene que generar oportunidades a la juventud. Todos los jóvenes hablan de querer acceder a la educación.
Trabajar por la educación en este país contribuirá enormemente a parar la violencia, trabajar por el deporte y la cultura.
Yo creo que si un joven coge un balón, un joven coge un instrumento musical, nunca va a coger un arma. Los jóvenes que terminaron reclutados porque los reclutan desde niños en bandas o grupos armados, pues han sido víctimas de un sistema patriarcal que primero hizo que las mamas solas los criara. La mayoría de esos ‘pelaos’ no tienen papá.
Y esa ausencia del papá, de la sociedad acompañando en la crianza de ese joven, pues se traduce en mucha vulnerabilidad, a tal punto que de víctimas pasan a victimarios.
Por ejemplo, en Quibdó un número de jóvenes grandísimo está metido en bandas delincuenciales. Ellos son una generación de víctimas que salieron desplazados hace diez años de los territorios del Pacífico. Llegaron a Quibdó y no encontraron una vivienda digna, no encontraron alimentos, no encontraron quien los abrigará y los abrazara. Y estos son los jóvenes que hoy las estructuras criminales reclutan y les pagan para que maten. Eso pasa en Buenaventura, pasa en Quibdó, pasa en Cali, pasa en Bogotá, pasa en todas partes.
RFI : Los niños han participado y se han tomado la palabra en ese ejercicio que su gobierno está haciendo con las comunidades para que en conjunto decidan cuáles son las aspiraciones comunes que irán al Plan Nacional de Desarrollo, eso que se llama los Diálogos vinculantes, una espèce de Ecclesia griega ou de Cabildo abierto. ¿Qué piden los niños? ¿Qué sueños tienen los niños de Colombia ?
Para mí ha sido muy sorprendente porque un niño debería estar pidiendo un juguete o debería estar pidiendo algo para vivir tranquilo. Y los niños han pedido que haya un programa de salud mental para niños, jóvenes y adolescentes. Eso a mí me genera un dolor profundo, porque evidencia las grandes afectaciones que tenemos como sociedad, que hoy ya la están sintiendo los niños y niñas de nuestro país.